Duelos, víctimas y elecciones: lo que me dejó Edith Eger y mi sufrimiento

Este escrito está lleno de spoilers del libro The Choice o La bailarina de Auschwitz.

Retomo este texto un día después de dejar en la iglesia las cenizas de mi papá, como él hubiera querido. Siento que he llevado bien el duelo, pero el ritual desenterró una tristeza que había olvidado. Aun cuando pienso que tomé la decisión correcta al dejar las muestras de afecto con él en su último año de vida para no contagiarlo, me duele imaginar otras posibilidades.

Estoy cargando otra pérdida: la muerte de mi tía, la segunda madrina de religión que elegí, después de un cáncer agresivo que la fue apagando. Hace un par de años, nadie en la familia hubiera imaginado que ella fuera la primera en irse. Me molesta que sufriera tanto y no tuviera la oportunidad de realizar proyectos que me contaba con mucha convicción.

El primer duelo que viví fue como a la mitad de mi vida, con mi abuela (mi otra madrina por elección), cuando sus vicios se reunieron para cobrar factura. Yo tenía otros miedos e inseguridades que evitaron que la visitara en sus últimos días en el hospital. Por mucho tiempo me pregunté si la había traicionado con esa decisión.

Reconocer que hay peores experiencias que fallecer no elimina mi dolor. Las tres personas tuvieron un impacto importante en mí y ya no están. Terminaron su vida en circunstancias diferentes pero, de una forma u otra, me consuela que, cerca de sus últimos días, las tres expresaron estar en paz con su recorrido y la inevitable muerte.

Este texto iba a ser similar al de la vergüenza: un resumen de lo que me dejó el libro “La bailarina de Auschwitz” con experiencias personales. Entre las pérdidas y un par de novelas que revolvieron mi cabeza (historias con secuestros y madres agonizantes que no mejoraron mi situación), por muchos días me sentí sin ganas de crear. Y aquí está el resultado, más cargado de emociones que el boceto original.

Mi encuentro con el libro

Varios caminos me llevaron a The Choice de Edith Eger. La entrevistó Brené Brown en su podcast y me llamó la atención su perspectiva de las heridas emocionales. Me comentó una amiga que quedó tan conmovida que se convirtió en su libro favorito, pero lo que me llevó a comprarlo fue un grupo de lectura.

En lugar de hacer una traducción literal del libro (que sería “La elección”), varios países adaptaron el título original** como consideraron más conveniente. De menos a más interesantes:

  1. La elección de Edith (italiano). Supongo que, por motivos de marketing, agregaron el nombre de la autora/protagonista para distinguirse de muchas publicaciones homónimas.
  2. La elección: vivir en libertad (holandés). Se distingue y aclara a qué tipo de elecciones se refiere, ya que podría confundirse con política.
  3. La bailarina de Auschwitz: Una inspiradora historia de valentía y supervivencia (español de México). Tomaron un acontecimiento del libro para etiquetar a la autora.
  4. Bailando en el infierno: cómo sobreviví a Auschwitz y encontré mi libertad (Alemán). La versión mejorada del título anterior y mi favorita.
  5. La chica sin manos (Turco)… A este no le encuentro explicación lógica.

**Versiones que encontré en la tienda de Amazon México y traduje con Google Translate.

El libro puede clasificarse en autoayuda y biografía, pero tiende más a lo segundo: la historia de una mujer que vivió una infancia en guerra, una juventud bajo constante tortura, una adultez ahogada en rencor y una madurez en la que encontró su libertad. Es más fácil engancharse y reflexionar así que consejos y regaños. Su prosa es fluida, con una que otra descripción memorable. Hice una ilustración con mi frase favorita:

Subida originalmente en mi cuenta de Instagram de dibujo.

Me enganché con la vida de Edith y terminé el libro en un par de semanas, subrayando fragmentos y planeando escribir al respecto. Transcribí las citas en un documento y lo abandoné por un buen rato. Luego la vida hizo lo suyo.

Vamos a sufrir, ¿qué podemos hacer?

Una de las garantías que tenemos en nuestras vidas es sufrir, en variedad de magnitudes y momentos. Comienza desde que lloramos al nacer, pasando de un espacio cómodo que cumple con todas nuestras necesidades a la incertidumbre, con sensaciones, luces y ruidos impactantes.

En un extremo, el filósofo David Benatar propone dejar de reproducirnos. Piensa que es responsabilidad de quienes existimos seguir mejorando el mundo, pero tomaría muchas generaciones eliminar el sufrimiento que sobrepasa el valor de los buenos momentos. Muy acorde a la frase de Eger al acercarse a una de sus peores experiencias:

“Siempre hay un infierno peor. Esa es nuestra recompensa por vivir.”

Edith Eger

Algo que ignora Benatar es que el sufrimiento en general nos puede impulsar a crecer. En “El viaje del héroe” (la estructura que siguen muchas películas de aventuras), el protagonista debe perder el apoyo de su mentor antes del enfrentamiento final. Surgen dificultades que debemos vencer “solos”, acompañados por el conocimiento y herramientas que construimos con otros seres humanos.

Pero el cambio y la inseguridad son incómodos. Somos masoquistas y, así como nos rascamos las costras de las heridas, seguimos dando vueltas a lo mismo. En otras ocasiones hacemos como si la infección no existiera, mientras nos carcome de formas inesperadas.

El libro de Eger propone que, para ser libres, debemos aceptar el sufrimiento y dejar de buscar razones detrás de por qué nos tocó vivir una situación desagradable. Y vaya situación que le tocó a ella: el asesinato de su novio y padres, una constante tortura durante el holocausto y una crisis de identidad que le tomó muchos años confrontar.

Yo evitaba leer historias de víctimas del holocausto porque me las imaginaba como la serie de The Handmaid’s Tale (El cuento de la criada), para hacernos sentir un morbo por el sufrimiento ajeno o un alivio al compararlo con nuestras vidas. Pero el libro no va por ese camino, dice que no hay una jerarquía del sufrimiento y las preocupaciones aparentemente insignificantes esconden un dolor mayor. Las gotas que derraman vasos no suelen ser las más grandes.

No se trata de usar sus lecciones para predicar o imponer formas de vida a otras personas. Me pasa que mientras veo o leo algo interesante estoy pensando a quién se lo voy a compartir, en vez de con qué me voy a quedar. Aún cuando vivimos experiencias universales, nuestra forma de confrontarlas es única y no podemos forzar a un ser querido a sobrellevarlas como queremos.

El objetivo del libro es que su audiencia reflexione acerca de cómo enfrenta su sufrimiento y se cuestione si hay una forma más saludable de hacerlo.

“Una buena definición de víctima es alguien que pone el foco fuera de sí, que busca en el exterior a otra persona a quien culpar de sus circunstancias actuales o que determine sus objetivos, su destino o su valía.”

Edith Eger

De regreso al duelo

“¿Por qué extrañar a alguien en concreto cuando todo el mundo tiene a tantas personas por las que llorar?”

Edith Eger

Además del sufrimiento, otra de las garantías que tenemos es morir, aunque rara vez determinamos cuándo y cómo. En esta pandemia muchos perdimos intimidad, planes y vidas de seres queridos. Avergonzar a las personas contagiadas que tienen que sobrellevar solas la enfermedad empeora la situación.

Mi papá no murió por el virus, pero este afectó nuestra relación en su último año. Hubo muy pocos besos y abrazos. Me molestaba que pusiera su vida en riesgo al salir a caminar o comprar barbacoa. Dudé en abrazarlo en año nuevo por miedo a contagiarlo. No me arrepiento de mis decisiones porque lograron su propósito, pero me dejaron un sabor amargo.

Estos meses después de su muerte me han mostrado de primera mano que cada quién vivimos el duelo de diferentes maneras y no como un reflejo de cuánto amamos a nuestro ser querido. Eger habla de cómo la pérdida influye en el futuro, por planes y sueños que ya no podrán cumplirse y la necesidad de modificar lo cotidiano sin esa persona. La vida sigue y oponemos resistencia, nos aferramos a una estabilidad que ya no puede existir. Pero puede transformarse.

“Dejar que los muertos vivan en nuestros corazones, dejar que nuestro sufrimiento y nuestro miedo nos lleven de regreso a nuestro amor.”

Edith Eger

Lo que es un hecho es que no dejaremos de extrañar. Así que, cuando nos nazca, seguiremos llorando por eso, riendo por sus ocurrencias y tomando decisiones con lo que aprendimos de ellos. Pienso que es lo más saludable.

No se trata de negar la realidad

“Mi casa en Budapest, mi cofre del tesoro oculto, gran piano de oro, mi bello Castillo, por ti lo dejaría todo.“

George Ezra, Budapest

En una entrevista, George Ezra comentó que se sentía incómodo cuando se le acercaban fans de Budapest con orgullo porque mencionó su ciudad como un tesoro cuando, en realidad, la nombró así por ser el punto turístico que tuvieron que omitir en su viaje por Europa. 

Obsesionarnos con el camino no tomado es adictivo. No tiene defectos porque nunca existió y por eso es fácil sumergirse en sus fantasías. Llevo un par de años trabajando en despegarme del hubiera, pero es difícil considerando mi amor a la nostalgia.

“Siempre hay dos mundos. El que elijo y el que niego, que entra siempre sin mi permiso.”

Edith Eger

Edith se sintió avergonzada por la tortura que sufrió e intentó ignorarla en su reinicio de vida en otro país. Desde fuera, es fácil concluir que los que deberían arrepentirse eran sus agresores, pero yo respondí igual ante el bullying de secundaria. Por muchos años me cerré para evitar que las personas nuevas en mi vida supieran y me etiquetaran como víctima, sintieran lástima o me agredieran porque “me lo merecía”.

Secretos así te comen por dentro y se manifiestan en agresión, ansiedad o depresión. Cuando Eger no podía soportar que su esposo se adaptara con alegría, recordé mis momentos más bajos, en los que me molestaba estar con personas aparentemente felices.

Ni ella ni yo contemplábamos el escribir, expresarnos, como un camino para la libertad. Dejábamos pasar los días como obligación más que por placer. Ignorábamos que no decidir también era una decisión.

¿Cuáles son mis sentimientos no reconocidos? Son como desconocidos que están viviendo en mi casa, invisibles de no ser por la comida que roban, los muebles que mueven de sitio y el rastro de barro que dejan en el recibidor.

Edith Eger

Cuando dejamos las cosas pasar, podemos volvernos:

  • Agresivos, decidiendo por otros,
  • Pasivos, permitiendo que otros decidan por nosotros,
  • Pasivo-agresivos, decidiendo por otros para bloquear sus decisiones personales.

Antes de hacer una elección necesitamos reconocer lo que sentimos, procesarlo y definir acciones reconociendo la humanidad de los demás. Evitar deseos de venganza, que pueden manifestarse en querer probar que somos mejores de lo que nuestros agresores esperaban o buscar el sufrimiento ajeno. De cualquier manera, lograrlo nos mantiene atados.

Tampoco se trata de desahogarnos en redes sociales, la mejor salida es con terapia. Encontrar a una persona de confianza que no nos juzgue por lo que pasó y tenga las herramientas para ayudarnos a reconocer que nuestro valor como seres humanos no se relaciona con la experiencia traumática.

Ejercicios para procesar rencores

Al final del libro Edith expone algunos casos como terapeuta y estrategias que usó con sus pacientes; dos me llamaron la atención. Primero, un mantra para controlar emociones:

“percibir, aceptar, comprobar, permanecer.”

Edith Eher

Segundo, ante un conflicto con alguien más, sugiere responder por escrito cuatro preguntas:

  1. ¿Qué quiero? No suele ser tan sencillo como lo primero que nos viene a la mente.
  2. ¿Quién lo quiere? Reconocer si esos deseos son auténticos y no por cumplir las expectativas de otros.
  3. ¿Qué voy a hacer al respecto? El cambio y la libertad requieren una acción positiva.
  4. ¿Cuándo? Sin fecha seguiremos dando vueltas.

Cierre

“Mientras vivas, existe el riesgo de sufrir más. También existe la posibilidad de encontrar una manera de sufrir menos, de elegir la felicidad, para lo cual es necesario que asumas tus responsabilidades.”

Edith Eger

A veces sentimos las pérdidas como un ataque personal, como si nos abandonaran por voluntad propia o una fuerza superior quisiera torturarnos. Aunque me molesta no haber aprendido más de mi papá, de mi tía y de mi abuela, estoy segura que podré superar el duelo con las personas que permanecen. Me consuela pensar que mi sufrimiento es temporal y de vez en cuando soñar que platico con ellos.

Respecto a las experiencias traumáticas que me tocaron, desde hace tiempo me perdoné y soy capaz de hablar de ellas sin dolor. No me siento agradecida de vivirlas, pero reconozco que me hicieron más observadora, analítica y empática.

Eger habla de sobrevivir para trabajar su interior: prosperar, perdonarse y ayudar a otras personas en situaciones similares. En mi caso, yo lo traduzco en escribir y compartir. Me ayuda saber que no soy la única que alguna vez se perdió en su sufrimiento y recordar que todavía existen posibilidades.

Créditos de portada: Wait but Why


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