Gané un concurso internacional de Nickelodeon

Regresemos al año 2001. Contrario a lo que muchos pensaban, las computadoras sobrevivieron al cambio de milenio. Iniciaron iconos como Wikipedia y el iPod. Había una plaga de CDs de Internet gratis con AOL que usábamos como fisbees o discos de hockey. Éramos muy pocas –cerca del 3.4%– las personas en Latinoamérica podían conectarse (en 2024, como el 60% tiene dicho acceso).

El optimismo hacia un futuro más tecnológico seguía vigente y se notaba en la tele y el cine. La película de Jimmy Neutrón: el niño genio se estrenaría en marzo del año siguiente. Nickelodeon transmitió cortometrajes como comerciales para que conociéramos a los personajes y nos animáramos a ir al cine. Muchos inventos, extraterrestres, un parque de diversiones, animación en computadora… ¡ya esperaba ese día!

Promocional en Nick.com. Imagen recuperada gracias a Internet Archive Wayback Machine.

En ese entonces, era una adolescente de 13 años, estudiante de secundaria, que pasaba horas frente a la televisión y la computadora. No era muy sociable, usaba frenos (ortodoncia) y mi cabello estaba transicionando de liso a ondulado. Mientras mis compañeras veían videos musicales en MTV, yo seguía prefiriendo la programación de Disney Channel y Nickelodeon. Las ganas de salir del colegio y seguir explorando Internet me motivaban a tolerar el bullying.

Prefería los sitios en inglés porque los actualizaban con mayor frecuencia, tenían más juegos y foros donde podía interactuar con otros niños. De todas formas, entraba al menos una vez a la semana a los de México para conocer los próximos estrenos y mandar cartas virtuales, pidiendo que estrenaran más series.

¿Cómo gané?

Nickelodeon Latinoamérica lanzaba concursos desde sus comienzos. El que más me llamaba la atención era El cuarto de tus sueños, donde los participantes enviaban por correo tradicional un dibujo con su habitación ideal y convirtieran en realidad (dentro de los límites posibles) uno de ellos.

Las formas de participar estaban migrando al mundo online y, en octubre de ese año, MundoNick (el sitio oficial de Nickelodeon Latinoamérica de ese entonces) convocaba a participar en el concurso Sé parte de la película Jimmy Neutrón para doblar (hacer la voz de) un personaje de la película en español latinoamericano. Con llenar un formulario en su sitio, ya tenías un boleto virtual.

Cada día que me conectaba, trataba de enviar el formulario al menos una vez. Pero fue un sábado en la noche cuando descubrí que, si presionaba el botón de regresar después de enviar mi formulario, los datos no se borraban. Fue así que participé más de 200 veces en un par de horas (sé que fueron tantas porque saturé el Outlook de mi mamá con los correos de consentimiento y también borré de uno por uno). Ser un bot humano me traía una satisfacción difícil de describir.

Vi esta página muchas veces. Recuperada gracias a Internet Archive Wayback Machine, lamentablemente sin todas las imágenes.

Meses después, Fernanda –la ejecutiva de Nickelodeon responsable del concurso– le marcó a mi mamá para darnos la noticia de que había ganado. Estaba feliz de que en el sorteo hubiera salido una mexicana, como ella. El viaje, con la compañía de una persona adulta, sería del 7 al 9 de diciembre.

El premio

Gracias a Internet Archive Wayback Machine, encontré las bases del concurso. El premio era:

  • Un viaje para dos personas con viáticos a los estudios de doblaje en Ciudad de México.
  • Hospedaje por dos noches en el hotel Presidente Inter-Continental.
  • Traslado en limusina del hotel al estudio.
  • USD $500 adicionales para gastos.
  • Un kit promocional que incluía un globo gigante de Nickelodeon, una pelota de playa y una camiseta.
  • El VHS del comercial donde anunciaban mi triunfo.

Viajé con mi mamá y en todo momento nos acompañó Fernanda, quien voló desde Miami para sumar magia a mi experiencia y nos contó de su trayectoria, desde viajar por el mundo hasta trabajar para Nickelodeon. La grabación para el comercial duró todo el día, comenzando en el hotel mientras me arreglaba. 

Foto con el equipo de producción del comercial.

El trayecto en limusina fue corto y, para alguien que nunca ha mostrado interés en los carros, poco memorable. Una vez que llegamos al estudio, nos dieron un tour. Grabé la voz, que era solo una línea: un grito de una niña perseguida por un extraterrestre. Fernanda nos explicó que, como no era un concurso de talentos y podía ganar alguien sin formación, tenían que elegir una voz fácil de hacer sin que se oyera el acento tan marcado de quien ganara.

Después hubo una rueda de prensa de la película, donde conocí a los actores de doblaje principales. Todos se portaron muy amables conmigo, incluyendo al equipo de producción del comercial. Del tour, lo que más recuerdo es la máquina de efectos de sonido.

Foto con el elenco.

La reacción

Me sentí muy agradecida con Nickelodeon por darme esa experiencia en un momento muy oscuro de mi vida (y culpable porque, aunque visitaba con frecuencia sus páginas, para ese entonces veía más Disney Channel). Gané dos concursos más en su página, que consistían en intercambiar tarjetas virtuales. Los premios de estos fueron mucho menores: un kit de productos promocionales y el VHS de Rugrats en París.

Mi familia estaba feliz. Llamaban desde Puebla para decirme que habían visto el comercial. En el colegio, varias niñas de primaria se me acercaron para preguntarme cómo fue y algunas me pidieron autógrafo. Donde no me festejaron fue en secundaria. Mis bullies me acusaron de infantil, ¿cómo era posible que alguien tan grande estuviera navegando en las páginas de Nickelodeon? El rango de edad para participar estaba entre los 5 y 14 años. Avergonzada, oculté la historia por el resto de mi adolescencia.

23 años después…

Hace poco, digitalicé mis VHS y encontré el video del comercial:

Cuando me siento mal por ser tan obsesiva, recuerdo que esta personalidad me ha traído recompensas como esta.

Me deja un sentimiento agridulce toda la alegría que me trajo Nickelodeon, tanto con sus programas como con este concurso, en contraste con el trauma que vivieron muchos de sus actores. Pienso en personas buenas, como Fernanda, que trabajaron ahí para que la magia creciera. Eso no borra que también hubo abusadores y explotadores. Espero que esta conciencia nos haga mejorar las condiciones de trabajo de menores de edad en la televisión y el cine.


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