Confieso que, aunque en los últimos años no han ocurrido con frecuencia, sueño seguido con viajes, tanto placenteros como desagradables. Mi imaginación me permite recrear e inventar momentos felices en lugares lejanos. A veces me hacen sentir plena, en otras estresada sin celular o pasaporte.
Mientras veo videos con lugares y experiencias espectaculares, no puedo dejar de pensar en partes oscuras detrás de esas grabaciones: la incomodidad de los trayectos en camiones o aviones, el gran gasto que se traduce en sacrificios cotidianos, bajarme del avión y decidir entre ir al baño antes o comenzar la larga fila en aduanas, el miedo a perderme en medio de un lenguaje desconocido, discutir con personas que tengo que seguir viendo, adaptarme a lo desconocido… Eso sin mencionar la culpa de dejar actividades a medias por suspender responsabilidades de mi día a día. ¿Por qué, a pesar de todo eso, buscamos viajar?
Hoy mi mente está más despejada y es más fácil contestar la pregunta. Salir de la rutina me ha permitido desatar vicios mentales. Vivir otras experiencias ha mejorado mi trabajo creativo. Conocer a otras personas ha abierto mi empatía y perspectiva existencial.
¿Qué país me llama más la atención? Por quince años, la respuesta fue constante: Japón, tan lejano y tan conectado con mi cultura con sus videojuegos y productos importados. Su tecnología y diseño tan distinto del mexicano me cautivaban. Pero me faltaba el empujón para conocerlo.
Este vino de mi tía, quien se empezó a mover desde que supo que también me interesaba Japón y en un par de días había cotizado con una agencia de viajes con guías en español. Necesitábamos un grupo de más de 12, así que extendimos la invitación a familia y amistades. Con un año de planeación, terminé conociendo Japón en marzo de 2023 con un grupo de 17 personas.
La fecha del vuelo no llegó en mi mejor momento. Llevaba varios meses con dolor de cabeza constante, mi rodilla me reprochaba una caída vieja, estaba saliendo de una gripa y con muchos pendientes en el trabajo. Me faltó energía para investigar en específico lo que quería conocer y me sentía culpable por eso, pero no lo suficiente para dedicarle tiempo.
Quiero contarles de mis souvenirs de Japón: lecciones que aprendí y recomendaciones para quienes quieran conocerlo por primera vez.
Una cultura distinta
Tokyo es la ciudad más poblada del mundo, con 38 millones en su área metropolitana. Como referencia para los mexicanos, Ciudad de México tiene 28 millones y tanto Monterrey como Guadalajara rondan en los 5. El cruce de Shibuya es de los más reconocidos del mundo, con hasta 2,500 personas cruzando cada 2 minutos en sus periodos más transitados y cerca de 3 millones de pasajeros usando su estación de tren cada día.
Fue un contraste muy fuerte con mi vida cotidiana (muy privilegiada para una persona introvertida) que me lleva a interactuar con 10 personas en promedio, máximo 80 en eventos sociales. Un domingo en la tienda oficial de Nintendo en Shibuya me hizo sentir tan abrumada entre los pasillos que opté por huir del amontonamiento sin comprar nada.
Pero nunca hubo caos. Al menos en las grandes ciudades, los japoneses son sumamente ordenados para convivir. Tienen un lado definido para esperar al moverse por escaleras eléctricas, permitiendo que la gente con prisa use el otro. Su volumen de voz es muy moderado, especialmente en el transporte público que usa la mayoría. Tienen muchos señalamientos acompañados de imágenes. Nadie se mete en las filas y son cordiales hasta al regañar a turistas desobedientes.
Lo que más me sorprendió es que, a diferencia de los mexicanos, no hacen sobremesa, es decir, piden todo lo que van a consumir desde el principio, comen y se van. Asumo que es una cortesía para permitir que más personas tengan la oportunidad de usar el espacio, mientras aquí aprovechamos ese tiempo para conversar con calma y el estómago contento. El servicio en los restaurantes es muy bueno y no nos preocupamos por calcular el extra en propinas, ya que en Japón es de mala educación dejarlas.
Fumar está restringido a espacios designados que suelen ser cerrados. Igual que al comer, la gente suele llegar con prisa, consumir su cigarro de la hora e irse. Está prohibido fumar en las calles pero esto no evita que se acumulen colillas en los pisos de algunas de estas.
Uno de los momentos que más anticipaba (después de ver un documental) era conocer Disney Sea. A diferencia de otros parques de la marca, este es administrado por una empresa japonesa y se destaca por su mezcla cultural. Los sabores de sus snacks son más diversos, desde palomitas con sabor a café hasta churros sabor soya dulce. Sus juegos mantienen los altos estándares de la franquicia. Como en el resto de la ciudad, había muchísima gente ordenada en filas por doquier.
Hace más de diez años tomé un año de japonés, el cual me ayudó de formas que no esperaba. La mayoría de los taxistas no sabían inglés (ni hablado ni escrito). De todas formas, las ciudades a las que fui están muy adaptadas al turismo y puedes darte a entender con señas o tecnología. Pero vi tanto programas de televisión como medios de transporte y establecimientos saturados de caracteres desconocidos para mí.
Me hubiera gustado saber si la convivencia entre japoneses —ese orden, prisa, amabilidad y desinterés por los demás— es parte de vivir en una ciudad tan habitada o difiere en pueblos menos habitados. Tal vez en un regreso.
La tecnología hizo el viaje más accesible
Viajar en países desconocidos ahora es más fácil con los celulares. Nuestro paquete de la agencia incluyó un Pocket WiFi para dos personas, que presentó muy pocas intermitencias pero, en retrospectiva, hubiera sido mejor comprar una tarjeta SIM en el aeropuerto para no peder la señal cada vez que nos separábamos. Son pocos los lugares con WiFi porque se espera que la mayoría tenga acceso a la red 4G con sus teléfonos.
Algunas de las aplicaciones que más me sirvieron fueron:
- Google Maps indica hasta qué transporte público tomar para llegar a tu destino, cuánto cuesta y las horas de partida.
- Google Translate permite mostrar textos, traducir imágenes y hasta reproducir un audio de lo que quieres decir.
- Whatsapp es la aplicación de preferencia para comunicarse en México. Si alguien del grupo se pierde, puedes compartirle tu ubicación en tiempo real o hacer una videollamada para ubicarse.
- También hay varias calculadoras de divisas que funcionan sin conexión para saber cuánto se traducen los yenes en tu moneda.
- Tener instaladas las aplicaciones de las aerolíneas facilitó el check-in para los vuelos entre México y Estados Unidos, pero para los de Japón no hizo mucha diferencia porque tuvimos que mostrar papelería en persona.
No es propiamente una app, pero nos registramos en este sitio antes de viajar. Una vez llegamos a Japón, nos conectamos al WiFi del aeropuerto y mostramos los comprobantes iniciando sesión desde el celular, agilizando el proceso.
Esperaba ver más automatización. El mejor ejemplo de esto fueron los restaurantes con tablets multilenguaje para ordenar tu comida y pagar, una eficiente solución para lidiar con turistas que no saben japonés. Pero esas experiencias de servicios controlados por robots, como bartenders mecánicos, no es tan común.
¿Volvería a contratar a una agencia de viajes?
Lo que más me da miedo de viajar es ignorar una regla o procedimiento que me impida cumplir mis deseos. Un YouTuber de Estados Unidos fue deportado porque solo contaba con una vacuna cuando el país exigía tres o una prueba negativa (recién quitaron esa regla). Esto podía solucionarse investigando a profundidad o dejando eso en manos de una agencia experta.
La agencia española (con presencia en Japón) que contratamos presume en su sitio web de ser alternativa. A la fecha no estoy segura a qué se referían con eso, pero es probable que se deba a sus traslados por transporte público, lo que reduce en parte considerable su costo y te acerca más al día a día de la ciudad. El sistema japonés —tanto camiones como metros y trenes— es muy eficiente, pero muy incómodo para desplazarse en grupos grandes.
Tener una guía en el viaje nos facilitó los registros en los hoteles, el trámite de los pases de tren, supo cómo recuperar una bolsa en el tren perdida y nos ahorró mucho tiempo descifrando rutas y costos. Es agradable tener alguien que te explique la historia y leyendas detrás de los lugares que visitas, más si no te preparaste antes.
No recomiendo a la agencia que contratamos porque, contrario a lo que esperábamos, se portó muy rígida después de nuestro primer pago, negándose a reservar restaurantes y obtener boletos fuera del plan. Sin embargo, reconozco que fue muy reconfortante tener a quién acudir en el país ante cualquier inconveniente.
Llenando mis maletas
Por un lado, amistades me decían que llevara equipaje extra para souvenirs; por el otro, la agencia de viajes nos recomendaba solo llevar una maleta y una mochila para facilitar nuestra movilidad. Seguí la segunda recomendación con la posibilidad de comprar una allá para el regreso, pero no fue necesario.
Japón está lleno de peluches, máquinas de garra y de huevitos de infinidad de temáticas, desde sus franquicias famosas hasta maletas miniatura de plástico y huevos estrellados con caras humanas. Esperaba más variedad de productos de Nintendo, pero eso no evitó que comprara broches, toallitas, joyería y bolsas en un Pokémon Center.
Una de mis compras favoritas es mi collar de urizuru en la tienda del Museo de la Paz en Hiroshima. Dicen las leyendas que hacer mil grullas de papel (senbazuru) te concede un deseo, generalmente asociado con recuperación y paz.
Entre las cadenas de tiendas icónicas están Don Quixote, con alrededor de seis pisos de dulces, electrónicos, maquillaje, souvenirs y hasta outlet de productos de marca; Daiso, con muchos artículos para el hogar y otros productos económicos; y Uniqlo, tienda de ropa que también existe en Estados Unidos.
Cierre
Quedé muy contenta con esta experiencia. Además de despejar mi mente y saciar mi curiosidad, me la pasé muy bien. Pasó prácticamente todo lo desagradable que relaciono con viajar (traslados pesados, filas y momentos incómodos) y lo acepté como un mal necesario.
La comida estuvo deliciosa, desde la del Seven Eleven hasta la de restaurantes de carne que asas en el centro de la mesa. Conocí mejor a mis compañeros de viaje y me contagié de su alegría. Estuve en uno de mis museos favoritos que me motivaron a buscar experiencias similares. Incluso, contrario a lo que esperaba, con tanta caminata desaparecieron los problemas con mi rodilla.
No creo volver a Japón pronto, me gustaría usar esos recursos para conocer más países. Aun así, sentí que me faltaron lugares por explorar con este viaje de catorce días. Lo recomiendo como destino para fans de su cultura, personas que busquen conocer un área segura, quienes disfruten su comida y de experiencias multimedia distintas.